Resulta perogrullesco para todo buen aficionado el mencionar que el TORO BRAVO es el principal factor de la fiesta, pues si no hay un buen toro, difícilmente las cualidades de un torero van a poder ser exhibidas, es por ello que conocer a detalle las diversas condiciones que puede presentar este animal es fundamental para todo aquel que busca disfrutar de este arte.
Los toros de lidia son los especímenes machos de una muy variada población de bovinos que ha sido criada y seleccionada meticulosamente para los diferentes espectáculos taurinos. Estas razas proceden de la península ibérica, donde justamente se desarrolló con mayor fuerza este tipo de actividades, que posteriormente se fue expandiendo por diversas partes del globo. Esta raza de bóvidos se caracteriza por la denominada “bravura” que no es más que la combinación de un fuerte instinto de defensa sumado a su fuerte temperamento y nerviosismo que brota cuando se sienten atacados o invaden sus terrenos, muy propio de algunos herbívoros salvajes. A ello se añade sus portentosas características físicas, los cuernos que denotan su peligrosidad y un cuerpo esbelto que difiere mucho de otras razas que son usadas para el provecho humano.
Si bien el culto a este animal se extiende por todo el viejo mundo y desde las primeras civilizaciones, la aparición del toro de lidia como tal, y su selección para espectáculos, se remonta al siglo XVIII con el trabajo de las primeras casas ganaderas que, a través de la tienta y una exhaustiva selección de los ejemplares más aptos, lograron formar ejemplares con cualidades muy particulares y que hoy se exhiben en este majestuoso animal.
Cuando hablamos de un Toro Toro, nos referimos a un individuo a partir de cuatro años hasta cinco, aquellos que superan esta edad no son aptos para la lidia pues cobran sentido con rapidez, no acuden a los engaños y se tornan peligrosos para los toreros. Menores a esta edad se consideran novillos, erales, añojos – de acuerdo a cuantos años tengan – y también son empleados en algunos espectáculos taurinos.
El buen aficionado sabe reconocer al toro bravo desde su salida al ruedo, pues estos lucen alegría y nerviosismo una vez pisan la arena, se arrancan con velocidad a la cita y rematan contra los burladeros buscando a su contrincante, se fija con rapidez al capote del matador y acude con prontitud a las suertes de capote. Durante el tercio de varas embisten al caballo desde lejos, recargan en la suerte, peleando con ahínco en los terrenos del picador y no huyen de este. El tercio final suelen “comerse la muleta”, embisten con codicia y se revuelven con rapidez a la ejecución de los pases. Un ejemplar que cumpla todas estas cualidades es merecedor de un premio que no se observa en ninguna otra actividad que involucra animales, pues a este denominado “toro de bandera” se le concede el perdón de la vida o “indulto”, momento de mayor jubilo en la fiesta brava.
Obviamente no todos los toros bravos se han hecho, como se dice popularmente, con el mismo molde, cada uno tiene particularidades, ya sea por sus genes o por el tipo de crianza, que no son deméritos ni mucho menos, pero es importante que todo buen lidiador sepa reconocer para poder armar la faena adecuada con la cual lucir sus cualidades y las del animal. Tenemos, por ejemplo, los boyantes, los cuales siempre tienen una embestida recta, como si estuvieran en un carril, son los denominados “pera en dulce” y su lidia suele ser muy armoniosa. Por otro lado, están los celosos, cuya embestida suele ser nerviosa, se revuelven con rapidez buscando el engaño, y si cobran sentido, suelen buscar el cuerpo del torero. En ambos casos pueden acudir a la cita de inmediato (pronto) o se le debe insistir (tardos), esta segunda condición suele deberse al exceso de castigo durante el tercio de varas.
Otra condición muy común es la mansedumbre, los toros mansos son aquellos faltos de casta y se identifican rápidamente; suelen tener una salida temerosa y se asustan con los engaños, no acuden a la suerte de varas y tienden a querenciarse en los terrenos de tablas. Esto no solo torna la lidia dificultosa, sino también peligrosa, pues el toro en su intento de escape, suele cobrar sentido rápidamente y tiende a embestir directamente al bulto y no a los engaños, por lo que un gran porcentaje de las cornadas suelen ser de este tipo de toros.
Propio de su instinto, los toros suelen tener comportamientos variables desde su salida a la arena. Cuando salta a esta, suele hacerlo con la cabeza alta, buscando embestir cualquier cosa que se le ponga delante, a esta etapa se le denomina “toro levantado” y en este estado es difícil ejecutar suertes de capa, salvo las largas cambiadas. Una vez que el toro deja de correr, va a buscar embestir en corto, por lo que es el momento en que los subalternos aprovechan para fijarlo al capote, momento propicio para ejecutar los diversos lances que mejor domine el matador. Otras veces, quizá la más recurrente, es que el toro busque el abrigo de las tablas, se querencia allí y se niegue a embestir, a este se le denomina “toro aplomado” y puede darse por cansancio o por falta de casta; este es un momento de alto riesgo, pues no se sabe en que momento el toro pueda arrancarse y embestir en seco, siendo un enorme peligro para los diestros que ante tal comportamiento suelen arrimarse más al burel poniéndole el trapo en la cara, para lo cual es necesario una enorme cuota de valor y de experiencia.
Algunos toros suelen tener defectos congénitos, dentro de ellos, uno de los más destacables y a la vez peligroso es el de los toros burriciegos, un defecto en la vista que no les permite ver bien los objetos ya sea de cerca, de lejos o en ambos casos. La lidia de estos animales puede traer consecuencias fatales si no se detecta a tiempo, tal es el caso del gran José Goméz Ortega “Joselito”, quien sucumbió tras una cornada en el vientre del toro “Bailaor”, que presentaba esta condición, en la plaza de Talavera de la Reyna un 16 de mayo de 1920.
El toro es el rey de la fiesta, conocer sus cualidades, su historia y todo aquel misterio que envuelve a este maravilloso animal nos permitirá ser mejores aficionados de esta grandiosa tradición, que, con conocimiento, con muestra de nuestra educación y cultura debemos seguir defendiendo y evitar su desaparición.
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