La corriente animalista cada vez hace mayor tronío en el mundo, en lugar de consolidar acciones concretas y realistas que busquen el verdadero bienestar animal. Y es que los grupos de supuesta protección no parecen entender lo que verdaderamente son estos seres más allá de su mente "waltdisneysada", saltando olímpicamente lo que dicen disciplinas como la etología y la experiencia de personas involucradas en la crianza de animales.
Uno de los sectores más atacados por estos grupos es el taurino. Desde hace décadas se ha venido buscando su abolición a través de una serie de argumentos totalmente descabellados y mentiras bien armadas, sumada a una publicidad grotesca, insultos, amenazas que da mucho que pensar sobre lo que pasa por la cabeza de estos manifestantes.
Un análisis sobre la ética que conlleva el espectáculo taurino, más allá de los argumentos de los que rechazan la fiesta fue bien detallado por el filósofo español Fernando Savater en su obra "Tauroética", en la que pone por sobre todo la libertad, y es muy claro al señalar que "los que comparan la fiesta de los toros con los nazis o los campos de concentración son los que incurren en la barbarie en el sentido literal del término, porque el bárbaro desde los tiempos antiguos es el que no distinguía entre el hombre y el animal".
Siguiendo las líneas de este argumento relataremos algo acontecido a mediados del siglo pasado y que involucra a uno de los mayores genocidas de la historia con la fiesta brava.
Entre el 19 y 24 de octubre de 1940, el jefe de alto rango del partido nazi y máximo líder de las SS (Reichsführer-SS), Heinrich Himmler, visitó España según argumentó el régimen fascista de Francisco Franco, se trataba simplemente de un tour turístico de parte del alto mando alemán, pero cuyo verdadero interés era inspeccionar los dispositivos de seguridad españoles, conversar sobre la cooperación policial hispano-alemana y preparar la reunión de Hitler y Franco en Hendaya. Tras alojarse en Madrid, se pretendió agasajar al líder nazi, quien, según se comenta, se llevó una pobre impresión de Franco. Se preparó para ello una corrida de toros con el fin de causar una grata impresión a Himmler.
El 20 de octubre de octubre las calles de Madrid se llenaron de banderas nazis, la plaza de toros de Las Ventas se adornó con banderolas de la esvástica, incluso se mandó a preparar un cartel con los colores y símbolos del partido en el que se anunciaba 3 toros de Bernardo Escudero y 3 de Manuel Arranz para los diestros Marcial Lalanda, Rafael Ortega "Gallito" (sobrino de "Joselito" y Rafael "El Gallo) y Pepe Luis Vázquez que confirmaba la alternativa. Se dijo mucho sobre la presencia de este último en el cartel, cuya alternativa se dio de manera apresurada en Sevilla el 15 de agosto de ese año con apenas 18 años, con la finalidad de que pueda estar presente aquella tarde en Madrid, pues sus características físicas serían muy del agrado del jefe nazi.
La plaza lució un lleno total, mayormente ocupada por simpatizantes franquistas que no dudaron en rendirle una ovación a Himmler cuando este hizo acto de presencia, y que desde ya mostraba cierto malestar.
Hicieron primero un desfile en la arena los soldados del ejército alemán y luego inició el paseíllo, siendo obligados los toreros a realizar el saludo nazi.
Empezó el espectáculo y Himmler no podía salir de su asombro, estaba pálido, mareado, totalmente descompuesto en el sillón que ocupaba, no podía continuar mirando aquello, no podía concebir el trato que se le daba a los toros. El tiempo no fue favorable para el evento, pero si para el alemán, pues se desató una tremenda lluvia y el festejo tuvo que suspenderse tras la muerte del tercero de la tarde.
Himmler se retiró totalmente absorto a su 'suite' del hotel Ritz, pero antes aprovechó algunos momentos para tomarse fotos con los toreros, haciendo ciertos comentarios sobre la impresión que le había causado la corrida.
En los siguientes días hizo un recorrido por las ciudades de Toledo, San Sebastián, Burgos y Barcelona. Según se cuenta, fue grande el interés por visitar Toledo, pues la ciudad había sido una importante sede templaria y alquimista, recorriendo las ruinas del antiguo Alcázar y luego en Barcelona el Monasterio de Montserrat siguiendo la ruta del Santo Grial, una obsesión que compartían los nazis por las reliquias religiosas y el ocultismo, pero eso es otra historia.
Es increíble pensar que aquel hombre que había demostrado una aparente sensibilidad y compasión por los toros aquella tarde, años después sería el responsable de uno de los genocidios más grandes de la historia, en cuyos campos de concentración y exterminio se masacraron a más de 6 millones de judíos y otros muchos miles entre gitanos, soviéticos, yugoslavos y polacos. ¿Cómo pensar que aquel desalmado, tildado por sus conocidos como una "buena persona", sería capaz de tal barbarie?. Sin embargo aquella tarde de octubre en Las Ventas se había conmovido por los toros, llegó a decir que "las corridas son un espectáculo cruel", aquel que compartía con Hitler ese anhelo de brindarle derechos a los animales, buscando prohibir actividades como la caza, mientras él cazaba seres humanos sin piedad.
En alguna oportunidad, según narra su terapeuta y masajista, Felix Kersten, le increpó por su afición: “¿Cómo puedes tú, doctor Kersten, disfrutar disparando desde un escondite a criaturas indefensas que vagan por el bosque, incapaces de protegerse? Es un auténtico delito, la naturaleza es tremendamente hermosa y todos los animalitos tienen derecho a vivir”.
¿Le suena eso familiar?
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